Los libros son
peligrosos. Fiesta del libro 2015
Los últimos días de enero nos pusieron a todos los alumnos del instituto Macarena una película muy extraña: Farenheit 451. Transcurría en un mundo donde los libros se consideraban peligrosos. Incluso había un cuerpo de bomberos especializado en destruirlos. En lugar de apagar incendios, estos bomberos quemaban libros. Hasta que un bombero empieza a leer los libros que quema y se da cuenta de que ya no puede vivir sin leer. Al final, tiene que escapar de sus propios compañeros, que le persiguen, y se refugia en un lugar donde existen hombres-libro, personas que han memorizado un libro para que no se pierda.
¿Por qué los libros son peligrosos? Porque nos enseñarán cosas terribles, cosas como que un mundo mejor es posible, como que podemos hacer lo que deseemos con nuestras vidas, como que podemos conocer otros universos sin salir de nuestra habitación… Demasiado peligro. Podemos convertirnos en seres soñadores, en personas que utilicen un lenguaje rico y cuidado, demasiado diferente al del resto, podemos acabar siendo distintos, personas que se conocen a sí mismas y a los demás de tanto leer libros, personas que ya nada tengan que ver con las masas que pasan sus noches distraídamente frente al televisor y a la pantalla del móvil… Sí, los libros son peligrosos, como dice la película…
Durante toda la
semana, además, entraron en las aulas personajes de libros para contarnos que
iba a haber una feria del libro muy especial, una feria del libro diferente.
Einstein, Sherlock Holmes, Juana la Loca, Falstaff… todos ellos nos dijeron
pronto iban a pasar cosas muy raras en
el lugar.
El lunes siguiente, cuando entramos en el instituto, nos encontramos con los bomberos de la película. Más o menos. Eran compañeros disfrazados de guardias de seguridad que nos registraron las mochilas buscando libros porque, decían, eran peligrosos.
El lunes siguiente, cuando entramos en el instituto, nos encontramos con los bomberos de la película. Más o menos. Eran compañeros disfrazados de guardias de seguridad que nos registraron las mochilas buscando libros porque, decían, eran peligrosos.
Cuando los encontraban, muy serios, nos ponían multas por tenencia ilícita de libros y nos sermoneaban sobre sus peligros. Fue muy divertido pero cuando entramos en el instituto, fue aún más especial.
Había libros por todas partes. En montones en el suelo, en los bancos, apilados contra las paredes, en carros de la compra… El centro estaba además lleno de mendigos. Sí, de mendigos. Habían dormido en cartones en el suelo, o eso parecía. Cuando nos acercamos, comprobamos que todos leían y llevaban carteles en los que pedían una limosna para comprar más libros y confesaban que se habían arruinado por leer. Estábamos algo desconcertados, la verdad.
En las clases,
se produjeron más acontecimientos inesperados. Algunos mendigos entraron
pidiendo ayuda porque les perseguían los policías. Después, llegaban éstos y
les ponían multas y les sermoneaban por empeñarse en leer. En los recreos, hubo
persecuciones muy divertidas y, pronto, empezaron a aparecer personajes de
libros también: Don Quijote, Sherlock Holmes, Romeo y Julieta… Los policías les
perseguían también por intentar meternos ideas raras en la cabeza.
El segundo día, empezaron a aparecer alumnos-libro y profesores-libro. Algunos alumnos y profesores se habían mimetizado con un libro y habían decidido contárselo a los demás, como en la película. Hamlet se paseaba por los pasillos recitando monólogos a cualquiera que se atreviese a pasar a su lado, Caperucita y el lobo reescribieron la historia a su manera, los cuatro mosqueteros eran cuatro niñas simpatiquísimas con largas capas y espadas, Juan Ramón Jiménez leía impasible y orgulloso al pie de la escalera… Y hasta algunos profesores dieron su clase disfrazados de personajes de libro y se metieron tanto en el papel que, la verdad, nos dieron unas clases rarísimas…
Durante los
recreos, en la Biblioteca, donde estaba instalada la feria del libro, algunos
alumnos subían a un escenario y recitaban o actuaban o cantaban. Y había muchos
concursos para participar. Podías elegir una cita y ponerla en un panel para
que luego la votaran los alumnos y ganaría la más votada. Podías continuar un
montón de historias famosas de grandes autores, podías investigar sobre los
misteriosos nombres de personajes y autores que adornaban el pasillo que
conducía a la Biblioteca o escribir un relato con todos ellos, podías crear un
cartel de Se busca y denunciar en él
al escritor que más –o menos- te gustase…
Hacia el final del primer día, empezaron también los ruidos. Nadie tenía muy claro qué estaba pasando. Eran ruidos como de terremoto, como de paredes cayéndose, como de cosas suspirando por salir… El segundo día, aparecieron trozos de ladrillo y cal en dos lugares del instituto, junto a la Biblioteca y en el hall de entrada, y los ruidos fueron aumentando en frecuencia y en intensidad.
Hacia el final del primer día, empezaron también los ruidos. Nadie tenía muy claro qué estaba pasando. Eran ruidos como de terremoto, como de paredes cayéndose, como de cosas suspirando por salir… El segundo día, aparecieron trozos de ladrillo y cal en dos lugares del instituto, junto a la Biblioteca y en el hall de entrada, y los ruidos fueron aumentando en frecuencia y en intensidad.
Cuando llegamos
al instituto el tercer día, acostumbrados ya a los mendigos y a los policías,
no nos esperábamos lo que nos encontramos. En los lugares donde había habido
restos de ladrillos y cal, había ahora un agujero enorme en la pared del que
salían libros y, en medio del hall, una inmensa columna de seis metros de
altura hecha entera de libros… Como si tantos libros alrededor, tantos personajes,
tantos escritores, tantas palabras sobre los libros… hubieran hecho que las
paredes parieran libros, que los libros saliesen de los lugares donde los
mantenemos escondidos y quisiesen que los viéramos. Allí estaban. Peligrosos
pero orgullosos de serlo. Enfrentándose a los policías y resistiéndose a morir.
Y en el centro
del hall había una hoguera. Una pira entera de libros preparada para arder.
Como en la película. Y un cartel que decía que si nosotros decidíamos
salvarlos, no arderían, pero que si no
lo hacíamos, si los dejábamos allí, arderían y se perderían para siempre. No
dejamos ni uno.
A la semana siguiente entregamos los Premios de los Concursos. Los alumnos de Bachillerato organizaron la Gala, parecía de los Oscar ¡con alfombra roja y todo! En los siguientes vídeos puedes ver la Gala y cómo la anunciamos.
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